Los últimos siglos
La Guerra de Sucesión española, con las secuelas que produce en la comarca afecta muy negativamente a Colmenar Viejo. La villa, como cabecera de comarca, es escenario del reclutamiento y abastecimiento de tropas, al tener que mantener un contingente militar en su territorio.
Cuando en 1710 el Archiduque Carlos logra entrar en la capital y se plantea controlar el norte de la actual provincia madrileña, los enfrentamientos que tienen lugar en Colmenar, además de los destrozos que se producen en su actividad económica, así como en su propio casco urbano, con la destrucción de una serie de edificios, entre los que se halla el propio ayuntamiento, provocan un importante descenso de su población y de la riqueza del municipio.
El final de la Guerra supone el fin de muchas penurias y el comienzo de un proceso continuado de recuperación, ta nto a nivel de población, éste muy lento, como de su riqueza, éste más notorio y progresivo, de la mano de una actividad que cobra una gran importancia: la artesanía textil.
Una nueva guerra, la de la Independencia, contra las tropas francesas, cortan otra vez esa recuperación demográfica y económica. Una y otras van a tardar ahora en recuperarse y cuando lo hagan lo harán con otras características muy diferentes respecto a los tiempos pasados.
Va a ser en la segunda mitad del siglo XIX, y en gran parte como consecuencia de los procesos desamortizadores cuando más se note esa modificación sustancial de la estructura social y económica de la localidad.
La economía se ruraliza y las actividades agropecuarias van a tener un peso mucho mayor del que tuvieron en los siglos anteriores, sobre todo las actividades ganaderas y fundamentalmente una actividad que cobra un auge desconocido: la cría de reses bravas. Una serie de ganaderías ya existentes a principios del siglo XIX o forma
historia
das a lo largo del mismo van a proporcionar a la villa un prestigio en dicha actividad, fundamentalmente cuatro de ellas, que aún hoy recuerdan muchos vecinos que vivieron o leyeron ese auge.
La guerra civil puso fin, en gran medida, como a otras muchas cosas, a esa actividad pese al entusiasmo de unos pocos colmenareños que insisten en que no desaparezca totalmente.
Finalmente, los años sesenta suponen el comienzo de un nuevo proceso de crecimiento general controlado que, si bien evita que desaparezcan las señas de identidad propias de la villa, no impide el que paulatinamente se vaya produciendo un notable cambio sociológico en su vecindario.